sábado, 10 de enero de 2009

La tecla que se atasca

Esta es una carta que he enviado a 'El País Semanal'; como probablemente no la publiquen, me permito publicarla aquí, que para esto están estas cosas tan modernas...

La tecla que se atasca

El domingo 14 de diciembre encontré en al artículo de Javier Marías un par de aspectos que me sorprendieron y que quisiera compartir con ustedes, incluido don Javier, por supuesto.

Nos relataba su experiencia tecleando en un ordenador prestado unas líneas de su quizá nueva novela, experiencia que culminaba en la añoranza de su máquina de escribir con una tecla aún por domar. También nos trasladaba su asombro al comprobar cuántos escritores tenían blogs en Internet, en donde escribían cosas y la gente les respondía.

Yo tengo una formación y una profesión que nada tienen que ver con las letras pero, a pesar de ello, siempre he disfrutado escribiendo; al principio con cartas manuscritas que enviaba semanalmente a mis amigos y a mis novias de la distancia; luego, con un acopio de ‘cartas a mí mismo’ que mi compañero de piso en aquél entonces me invitó a escribir, regalándome un taco de folios en blanco encuadernados, para que lo rellenase. Más tarde, con los ordenadores en nuestras vidas, añoré la pluma estilográfica y la intensa futilidad de la idea que es aún tinta fresca, y se convierte en pasado al secarse la tinta, en apenas un segundo.

Ahora ya no escribo cartas a mis amigos, he perdido la destreza caligráfica de la muñeca pero sigo escribiendo, acabo de terminar mi primer libro y ahora intentaré publicarlo, aunque esto no me importa mucho, sé que el libro en cuestión no es una gran cosa aunque quien lo ha leído dice que han caído en sus manos obras editadas mucho peores, y esto me alienta. Aprovecho para dar gracias a don José Saramago, a quien abordé al final de una conferencia hace veinte años para que me diese un consejo porque quería ser escritor alguna vez; él me miró con serenidad y me dijo desde el corazón “No tengas prisa pero no lo abandones”, y así hice.

Sin importar las formas ni los medios, los que escribimos lo hacemos por placer personal, casi por necesidad, porque nuestra vida es un poco mejor al hilar lo que pensamos o sentimos. El medio a través del cual nos centramos en la escritura es a mi modo de ver secundario. De joven creía que jamás escribiría si no era con mi pluma y ahora me he acostumbrado a mi ordenador. La concentración requiere abstraerse del medio de escritura, y por tanto cualquier medio requiere una fase de adaptación para que consigamos ignorarlo, centrándonos así en lo que se escribe y cómo. Ahora bien, me cuesta creer que la tecla por domar de la olympia no le distraiga al escribir

He visto en alguna película cómo se asocia al escritor ‘artista’ con la máquina de escribir, con los folios de su genial novela nunca publicada volando por los suburbios, el arte puro y la olympia. No deberíamos dejarnos llevar por fetiches cuando pensamos en el aspecto creativo de la escritura. A quien tenga algo qué decir y estilo personal para hacerlo, poco le importará si es una olympia, un boli de propaganda y una servilleta de papel, o incluso un ordenador prestado si el asunto es impostergable

En cuanto a los blogs, resultan para el escritor una forma sencilla de publicar pensamientos inmediatos, que quizá no merezcan un soporte más perdurable; quien escribe se siente aliviado por descargar de su cabeza aquello que le inquieta, y lo comparte. En el caso de los escritores, deben esperar que tales publicaciones provoquen respuestas por parte del público, pues si no fuera así escribirían en blogs bajo seudónimo. Quizá algún escritor consagrado tenga curiosidad por pulsar a sus lectores y cerrar el círculo, quizá algunos escritores piensan en sus lectores cuando escriben y ello les motiva, aquellos que vienen del mundo del periodismo en donde el lector es parte sustancial del mensaje escrito, no como en las poesías o las novelas, que se escriben como purga del corazón (así comienza Camilo José Cela su “Oficio de Tinieblas 5”)

Yo también tengo un blog, que nadie lee; como dije esto no me importa mucho y seguiré por tanto escribiendo -escribiéndome- cartas a mí mismo, con otro medio que hace veinte años en mis hojas en blanco encuadernadas, pero con la misma inquietud que antes.

En cuanto a la tecla que se atasca ¡arréglela cuanto antes, por favor! He leído la trilogía ‘Tu rostro mañana’ y me ha encantado.